En lo más alto de un pequeńo valle, que sale desde Balboa hacia el norte, y entre un intenso y frondoso bosque de castańos, encontramos a pocos kilómetros una pequeńa aldea que conserva ese sabor rural ya olvidado por muchos de nosotros. Contando únicamente con siete vecinos, destacar su intenso verdor donde podremos disfrutar de una arquitectura tradicional, en la mayoría de sus casas, con muros de piedra y cubiertas de pizarra y esos corredores de madera de castańo que tanto nos embaucan. Destacar su pequeńa ermita dedicada a la encarnación y que se encuentra custodiada por una de las verdaderas joyas de este pueblo: El Tejo de la iglesia.
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